GALICIA
La
esquina verde de la Península destaca por su doble situación de ventana
cántabro-atlántica y queda definida por la mayor septentrionalidad (Estaca de Bares, 43° 27'25'1 de
latitud N) y occidentalidad de la España peninsular (cabo Touriñán, 5°36'43" de longitud O según el meridiano de Madrid). La región gallega tiene 29.434 Km2 y comprende las provincias de La
Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra.
(FUENTE: Gran Enciclopedia Rialp)
1. Estructura del suelo y relieve
El
viejo macizo galaico, representante en G. de las más viejas formaciones
geológicas, ofrece una acusada personalidad geográfica. Bajo la aparente
uniformidad de sus suelos, de su clima y del género de vida de sus habitantes,
se esconde una rica variedad de matices que amenizan sus paisajes geográficos
en un polimorfismo intenso. Desde el punto de vista de la composición
de sus rocas hay,
aparentemente, en Galicia sólo dos grupos fundamentales: el
granito y las pizarras,
que parecen formar su osamenta desde las rías hasta las montañas orientales;
pero enormes procesos de metamorfismo y magmatización
provocan una variedad tal que otorgan al suelo gallego una categoría de
verdadero museo geológico.
Para
una visión general, podemos dividir los terrenos de Galicia en dos partes,
separados por una gran línea de dislocación que va desde el oeste de Cedeira
hasta el sur, al E de Verín,
siguiendo casi una línea recta. Al oeste, se extiende el arcaico y el
algonquino, y al oriente, el paleozoico. En la parte
occidental predomina
el metamorfismo regional profundo y dominan las rocas intrusivas ácidas y toda
la gama de las metamórficas. En la oriental tiene preponderancia el
metamorfismo superficial y es el dominio de pizarras, cuarcitas y calizas en
todas sus transiciones.
El
problema de la atribución al precámbrico de ciertos núcleos de tierras gallegas
está por esclarecer. De todas formas y después de las investigaciones más
recientes del mejor conocedor de la geología gallega, Parga Pondal, se
puede afirmar la existencia de un geosinclinal de época neo-algonquina, plegado
por la orogenia huroniana.
La
orogenia herciniana amplía su acción hasta el interior de la Meseta. Todo el
conjunto está atravesado por intrusiones graníticas, así como por grandes masas
de rocas básicas que forman hoy el gigantesco lopolito del oeste de La Coruña.
La
orogenia alpina determina intensos movimientos epirogénicos que
desnivelan la gran penillanura en que se encontraba toda Galicia. A este
hundimiento y levantamiento de los diferentes bloques y a la erosión
subsiguiente, se debe el rejuvenecimiento y aspecto montuoso actual de Galicia.
A
consecuencia de estos movimientos se moviliza la línea de costa y se forman las
espléndidas rías. A través de las fosas formadas surgen grandes emisiones de
gases y vapores, que caolinizan los granitos y originan las numerosas fuentes
termales que festonean de balnearios toda Galicia.
El
relieve muestra, en términos generales, dos grupos de montañas levantadas sobre
el amplio zócalo de la penillanura gallega, que es aprovechada por el río Miño.
Las montañas de la orla oriental, formadas por los Ancares y Caurel, se
hallan separadas de las montañas orensanas por un conjunto de fallas que
aprovecha el curso del Sil. Las montañas orensanas tienen su centro en las
redondeadas cumbres de la Cabeza de Manzaneda, de
la que parten una serie de ramales hacia el SO (Larouco,
Seca Xerez) que
enlazan con las sierras del norte de Portugal y hacia el E (sierra del Eje)
para unirse con Peña Trevinca, la
mayor cima del territorio galaico, y el conjunto de las sierras zamoranas.
Al
occidente del valle del Miño, un conjunto de sierras, llamadas montañas medias,
forman como una columna dorsal del macizo galaico (Loba, Coba da Serpe,
Faro, etc.), encontrándose con orientación al SO, Testeiro y
Faro de Avión.
Hacia
la costa, el relieve se complica y se individualizan formaciones montañosas en
el centro de las penínsulas costeras (Barbanza,
montes de Morrazo, etc.).
Fuente:
2. El
clima
Está condicionado por la influencia
oceánica que,
manteniendo un elevado estado higrométrico, le otorga una gran templanza y
uniformidad a lo largo de todo el año. A pesar de esta característica general,
las diferencias
de altitud y la
disposición
del relieve, que
favorecen o dificultan la penetración de las masas oceánicas en los valles,
originan una variedad
de matices climáticos que
van desde los fríos de largos inviernos de nieve en las montañas orientales, a
los cálidos de suaves y apacibles inviernos de las rías y valles de la Galicia
meridional.
Con respecto a la temperatura, la mayor parte de Galicia,
exceptuadas las altas zonas montañosas, queda dentro de las isotermas
medias anuales de los 12 a los 15°.
La amplitud media anual es muy escasa en la costa (Coruña
9°), en tanto que en las provincias más continentalizadas de Lugo y Orense la oscilación
térmica media alcanza los 12,6° en Lugo y 16° en Orense, que acusa veranos muy
calurosos y secos por su posición de horno en el fondo de la fractura del Miño.
Las precipitaciones presentan asimismo grandes
contrastes. No es cierto que Galicia se encuentre totalmente englobada en la isoyeta de los 1.000 mm., como se cree frecuentemente. En
efecto, tanto la zona de Las Mariñas coruñesas (Coruña, 99 mm.), como el valle medio del Miño en
Orense (Orense, 836 mm.) y buena parte de la comarca del
Sil, se hallan por debajo de esta media. La zona oeste, que abarca desde la
costa pontevedresa, pasando por Santiago de Compostela y órdenes, hasta la zona
montañosa de Puentes, recoge los mayores índices (Pontevedra, 1.569 mm., Santiago de Compostela 1.360).
Las montañas medias centrales de G. actúan como una pequeña pantalla a los
vientos del oeste que atenúa la masa pluviométrica sobre la meseta lucense
(Lugo, 1.100 mm.).
Moderación y uniformidad de sus
temperaturas, elevadas precipitaciones repartidas a lo largo de todo el año,
aunque con predominio invernal y provocadas por la intensidad de los ciclones
noratlánticos
traídos por los vientos del oeste,
hacen de Galicia un dominio de clima oceánico, no exento, sin embargo, de marcadas
influencias mediterráneas que arañan sus costas o penetran por el río Sil, marcando una profunda huella en
la vegetación y el paisaje del sudeste de Galicia.
Fuente:
3.
Suelos y vegetación
Los
suelos gallegos se hallan desarrollados sobre el granito y las pizarras. La
interacción de clima, vegetación y roca madre ha producido un predominio de
tierras pardas que parece ser el suelo clímax de la región. El conjunto de tierras
pardas y pozsólicas cubre
la mayor parte de Galicia, mientras que en las orlas costeras y las zonas
montañosas predominan los complejos de litosol.
Clima
y suelo condicionan la vegetación. Las especies genuinas de Galicia, el carballo o roble y el castaño,
están en franco retroceso, y con ello se elabora un nuevo paisaje vegetal de
Galicia. El pino, en
sus especies de pinaster, insignis y vulgaris, ha
invadido el paisaje costero, formando en el mapa de vegetación de Galicia una
gran C que bordea, desde Lugo a La Guardia, toda la costa. Penetra
decididamente por los valles y disputa en toda la Galicia media el terreno a
las viejas especies. Quedan, sin embargo, importantes robledales en las
provincias de Lugo y Orense, pero el castaño, que además se ve atacado por la
enfermedad de la tinta, sólo ofrece agrupaciones importantes en las fragas de
la orla montuosa oriental. En las altiplanicies lucenses el abedul se encuentra
siempre junto a los ríos, y con los alisos y fresnos cubre sus riberas sin
llegar a formar bosques. Sobre las rocas calizas se manifiestan en altura los
hayedos, y en los valles abrigados aparecen los encinares. En las abrigadas
fracturas del Sil y del Miño o en buena parte de la orla costera atlántica, la
vegetación se degrada y las especies mediterráneas hacen su aparición. Naranjos
y limoneros festonean la parte baja de las rías; el alcornoque abunda en la
parte baja del Ulla y Miño, y desciende por el Sil hasta su confluencia,
mientras que las jaras invaden buena parte del este orensano. El matorral está
preferentemente formado por los
helechos, las retamas, los brezos y los tojos que cubren grandes extensiones
montuosas y rompen en la primavera provocando con su colorido uno de los
paisajes más típicos de Galicia.
4. Hidrografía
Los
ríos gallegos, encuadrados por su régimen en el tipo pluvial oceánico, se
caracterizan por la abundancia
y regularidad de sus aguas a lo largo del año, con máximas invernales producidas
por las constantes lluvias traídas por los ciclones atlánticos.
Los ríos cantábricos son,
en general, de corto curso por descender de las montañas marginales de la gran
meseta lucense. La proximidad del nivel de base les otorga un fuerte poder
erosivo que se traduce en la formación de espléndidos valles (Mondoñedo, Valle
de Oro...) y en un ataque constante a los bordes de la meseta, que se repliega
en sus cabeceras. El mejor ejemplo de este avance de erosión remontante son
los altos cursos del Navia y del Eo, que hunden sus cabeceras en el
interior de la provincia de Lugo, dando un aspecto bicéfalo a la cuenca del
Miño.
Los
ríos atlánticos
de
mayor curso se resuelven en profundos valles, rápidos o cascadas, acentuando su
juventud a medida que sienten la atracción atlántica; prueba evidente del
levantamiento reciente de la costa gallega. Así, el Eume, o
mejor el Xallas, que presenta el perfil más original de la Península con su
espléndida cascada del Pindo
sobre la misma desembocadura. Así también el Tambre, que después de un curso
lento y maduro se rejuvenece en su parte inferior, formando un profundo valle,
que es aprovechado por el embalse de Barrie de
la Maza. El Ulla es el segundo río de Galicia por su caudal y longitud. Crea y
organiza comarcas muy variadas a lo largo de su curso, que los habitantes
denominan: Ulloa, al país de nacimiento de las altas tierras lucenses; Ulla, a
la parte media del río, y Ullán, a la zona de sedimentación
terminal, regida por la villa de Padrón. El Lérez y el Verdugo, creando las
rías de Pontevedra y Vigo, completan, con el Miño, la hidrografía galaica. El
Miño es la vena maestra de Galicia, que dirige y organiza la vida comarcal de
más de la mitad de la región.
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